lunes, 12 de diciembre de 2011

TIEMPO DE GRULLAS


 
LAS GRULLAS VAN A POR AGUA

Durante el verano y en los primeros días del otoño, con el lento tic-tac del reloj, me viene a mi mente el 15 de octubre, ese es el día marcado en mi calendario mental, por que sé que las grullas ya sobrevuelan Extremadura, y como siempre se repite el mismo guión, cruzarán mi Sierra de Alor.
Es el pistoletazo de salida, ahora comienzan las visitas a los bienes comunales de Villanueva del Fresno, para verlas de cerca: sus vuelos y sus cantos.
Compruebo sus querencias y empiezo a localizar esos lugares que día tras día visitan; ahí será el lugar donde debo instalar mi aguardo.
Hasta que ya me digo:
-    Es el momento, mañana debo realizar mi primera sesión de fotos con ellas.
La espera se ha hecho larga, y esa noche no soy capaz de dormir bien.
La noche inquieta me pregunta:
-         ¿Por qué no duermes?
-    Es que voy al encuentro con ellas, las grullas; ese ave que me tiene atrapado entre sus bandos en las dehesas extremeñas, sus vuelos en punta de flecha y su trompeteo- le respondo entre bostezos.
            De camino hacia ellas voy absorbiendo la noche hasta meterme en ese aguardo que me camuflará ante esas zancudas. Preparo todo con minuciosidad y agitación. Debo estar dispuesto, no puedo fallarles.
Es el momento de la espera, cuando el cárabo busca su tronca y mi corazón late cada vez más ansioso.
El frío llama  y me pregunta:
-         ¿Qué haces aquí?
-         Es que espero el encuentro con ellas, las grullas.
Pasan las lentas horas y  llega  hacia mí el olor suave de la humedad, es el rocío que empapa la encina, el musgo y la hojarasca. Observo como corre rezagado el jabalí, cuando rompiendo el día llegan los primeros tonos rojizos del horizonte trayendo tras de sí el canto de la tarabilla. La claridad de la mañana me permite ver el renacer de la vida entre las vetustas encinas y escuchar el ladrido del lejano mastín cuidando el rebaño de ovejas merinas. Son estas sensaciones los primeros motivos para amar a mi medio natural y lanzarme a captarlo bajo mi cámara.
 Son poco más de las ocho, cuando desde el embalse de Cuncos escucho los primeros trompeteos de las grullas que rompen este cúmulo de sensaciones.
-         Ya empiezan a moverse y a volar en grupos familiares.
Al fin ha llegado el momento…