Chimeneas (chunes)
Entre los mayores se le denomina chuné; aquí cuando un hijo se iba haciendo mayor, llegando a la adolescencia, se comentaba entre la familia que “al niño hay que darles lecciones de chimenea” (para buscar novia), por lo que podemos decir que era uno de los lugares más importantes del hogar, ya que en torno a ella se reunían todos los miembros de la casa al calor de la hoguera. Por lo que podemos decir que era una especie de “ágora”, de escuela, comedor, cocina y sala de estar. Aquí también se contaban las anécdotas del día y de otros tiempos; se narraban cuentos e historias de lobos, de años de grandes cosechas y de sequía, qué época es la mejor para sembrar, recuerdos de seres queridos… Era la zona de calefacción ya que en los meses de invierno todos “acurrucados” se juntaban entorno a la hipnotizadora lumbre.
Realmente este lugar hacía de cocina y de secadero de la matanza. Podíamos observar una serie de útiles para mantener viva la lumbre y cocinar los alimentos: el soplillo, el caldero colgado de una cadena, las tenazas, la trébede (trípode usado tradicionalmente en las cocinas para elevar las ollas y pucheros sobre las ascuas en un fuego abierto) y por supuesto las sillas de bayón o los bancos construidos con las ramas de encina (normalmente era un tronco y tres ramas, los cuales hacían de asiento y de patas)
Por la pared frontal interna de la chimenea se
encontraba el “topete” que era una
especie de resalte que servía para colocar cantaros, botijos, platos y ollas.
En los
laterales de la chimenea había unos huecos que servían para ubicar útiles de
cocina y también recipientes conteniendo condimentos para cocinar los
alimentos.
Si miramos el
interior de una chimenea podemos observar que tenían unos palos que la atravesaba
de lado a lado, los cuales se utilizaban para colgar los chorizos, salchichón,
“fariñera”, morcilla y el sábado.
Como era de
esperar siempre había en un rincón apilado algo de leña, taramas y arbolaga
(aulaga). Estas se encendían sobre una gran piedra muy resistente al calor de
la lumbre y siempre estaba colocada al nivel del suelo, formado este de
ladrillos; perpendicular a aquella y sobre la pared del fondo de la chimenea
había otra del mismo tipo que servía para proteger la pared de la casa y para
reflejar el calor en dirección a los allí presentes.
Vistas desde
el exterior de la calle podemos observar su gran tamaño, la mayoría de las
veces eran más grandes que las paredes de la casa, su forma es tronco piramidal y algunas cilíndricas,
en la que se puede observar los huecos en la parte superior por donde salía el
humo. En el medio se suele adornar con una cruz bajo la cual también aparece la
fecha en la que fue construida dicha chimenea; este símbolo, pensaban los
mayores, que servía para ahuyentar a los malos espíritus, ya que el viento al
entrar por los huecos de las chimeneas generaba un sonido, haciendo pensar que
este ruido podían ser maleficios.
Estaban construidas con elementos rústicos que
en su mayoría se elaboraban en el entorno de la localidad: piedras, cal, barro,
ladrillos y tejas portuguesas.
Las chimeneas
al terminar de construirse se encalaban, resaltando su color blanco ante el
sol, color que se iba perdiendo con el paso del tiempo, dando paso al color
ocre rojizo de la tierra.
Para disfrutar
de estas chimeneas, se recomienda visitar las aldeas de San Jorge de Alor, San
Benito de la Contienda
y Santo Domingo, que poseen unas muestras de gran valor etnográfico. La primera
aldea posee en sus fachadas, además de las más elevadas chimeneas del
municipio, unos zócalos con dibujos
geométricos que realzan el tipismo y la plasticidad de sus casas, dándole un
aire particular y alentejano.
Excelente e instructiva entrada, Joaquín.
ResponderEliminar¿Para cuando otra en la que nos muestres los interiores? jeje
Un abrazo.
Al final me quedé leyendo la entrada. Muy interesante.
ResponderEliminarUn saludo,
Jesús