Uno de los espacios más enigmáticos de la Sierra de Alor es la
denominada “Pedra Furada” (así conocida
por los personas mayores); esta afloración rocosa, se encuentran en uno de los
puntos más alto de este ecosistema, desde donde preside un amplio espacio en
dirección este, que como un gran ojo, recibe
cada mañana al astro rey, el Sol.
Por
su localización, de coordenadas (latitud 38º 37' 20.44", longitud7º 3'
36.24), y por su fisonomía se sospecha
que este lugar debió ser un punto de encuentro de los primeros pobladores en
periodos prehistóricos, utilizado como zona de ritos de iniciación, funerarios...
Cerca de esta zona, y ya en la historia de nuestras civilizaciones, se
encuentra a escasos metros los restos de lo que se cree que fuera unas casas
romanas, donde se resguardarían pequeños destacamentos de soldados destinados
posiblemente a vigilar la zona.
Básicamente
es un peñasco de carácter calizo de tres metros y treinta centímetros de alto a
modo de pared; tiene un grosor máximo de un metro y setenta centímetros en su
base; en el centro de dicho muro se ha formado un hueco con forma de trapezoide
con una altura de ciento veintidós centímetros y una anchura, que aumenta con
la elevación, pero que en su base es de tan solo veintiséis centímetros.
Esta piedra se
encuentra ocupada por líquenes, organismos que surgen de la simbiosis de un
hongo y un alga, dando lugar a un pedrusco coloreado, con diferentes
tonalidades como: blancos, verdes,
naranjas… lo que le confiere una extraordinaria belleza.
Este
lugar, en el que se encuentra esta roca
horadada, se halla rodeada de una vegetación típica mediterránea: encinas,
coscojas, acebuches, alcandóreas, cistáceas…lo que hace que sea complicado
descubrirla. Esta zona se hace aún más misteriosa cuando en las noches de
invierno se escucha el canto del búho y otras rapaces nocturnas.
Sin duda, místico. Abrazos.
ResponderEliminar