miércoles, 2 de octubre de 2013

PEDRA FURADA





 Uno de los espacios más enigmáticos de la Sierra de Alor es la denominada “Pedra Furada”  (así conocida por los personas mayores); esta afloración rocosa, se encuentran en uno de los puntos más alto de este ecosistema, desde donde preside un amplio espacio en dirección este, que como un gran  ojo, recibe cada mañana al astro rey, el Sol.

            
 Por su localización, de coordenadas (latitud 38º 37' 20.44", longitud7º 3' 36.24), y por su fisonomía  se sospecha que este lugar debió ser un punto de encuentro de los primeros pobladores en periodos prehistóricos, utilizado como zona de ritos de iniciación, funerarios... Cerca de esta zona, y ya en la historia de nuestras civilizaciones, se encuentra a escasos metros los restos de lo que se cree que fuera unas casas romanas, donde se resguardarían pequeños destacamentos de soldados destinados posiblemente a vigilar la zona.
            Básicamente es un peñasco de carácter calizo de tres metros y treinta centímetros de alto a modo de pared; tiene un grosor máximo de un metro y setenta centímetros en su base; en el centro de dicho muro se ha formado un hueco con forma de trapezoide con una altura de ciento veintidós centímetros y una anchura, que aumenta con la elevación, pero que en su base es de tan solo veintiséis centímetros.
Esta piedra se encuentra ocupada por líquenes, organismos que surgen de la simbiosis de un hongo y un alga, dando lugar a un pedrusco coloreado, con diferentes tonalidades  como: blancos, verdes, naranjas… lo que le confiere una extraordinaria belleza. 

             
Este lugar, en el que se encuentra esta  roca horadada, se halla rodeada de una vegetación típica mediterránea: encinas, coscojas, acebuches, alcandóreas, cistáceas…lo que hace que sea complicado descubrirla. Esta zona se hace aún más misteriosa cuando en las noches de invierno se escucha el canto del búho y otras rapaces nocturnas.




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